9 jul 2015

Pío X sobre la miserable condición de los indios de América Latina en 1741 y 1912



S. Pío X, Carta Encíclica ‘Lacrimabili statu’
[7 Jun. 1912]
AAS 004 [1912] 521-525 

CARTA ENCÍCLICA

A LOS ARZOBISPOS Y OBISPOS DE AMÉRICA LATINA, 
PARA PONER REMEDIO A LA MISERABLE CONDICIÓN DE LOS INDIOS

PÍO PP. X

VENERABLES HERMANOS 
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA

Vehementemente conmovido por el penoso estado de los indios de la América inferior, Nuestro ilustre antecesor, Benedicto XIV, trató su causa con gran preocupación, como bien lo sabéis, en su Carta Immensa Pastorum aparecida el día 22 del mes de diciembre del año 1741, y como casi lo mismo que él lamentó en aquella carta también Nosotros debemos deplorarlo en muchos lugares, llamamos ahora solícitamente vuestra atención hacia la misma. En ella se queja entre otras cosas de que, aun cuando la Sede apostólica mucho tiempo hace que se preocupa de aliviar la afligida situación de aquéllos, no obstante existen aún

«cristianos que como si hubieren olvidado totalmente el sentido de la caridad derramada por el Espíritu Santo en nuestros corazones, a los pobres indios no sólo carentes de la luz de la Fe, sino también a los limpios por el bautismo, los reducen a la esclavitud, los venden como esclavos, los privan de sus bienes, y realizan con los mismos tales obras de inhumanidad que los apartan principalmente de abrazar la fe de Cristo, y sobre todo hacen que se obstinen en su odio para la misma».

De todas estas cosas indignas, empero, aquella que es la peor, o sea la esclavitud propiamente dicha, poco después, por obra de Dios misericordioso, ha sido abolida totalmente; y para su abolición pública en el Brasil y en otras regiones mucho contribuyó la maternal instancia de la Iglesia ante hombres esclarecidos que gobernaban esas Repúblicas. Y de buena gana confesamos que, si no lo hubiesen impedido muchos y grandes obstáculos, las resoluciones de aquéllos hubiesen tenido muchísimo mayor éxito. Sin embargo, aun cuando algo se ha hecho en favor de los indios, no obstante es mucho lo que resta por hacer. En verdad cuando examinamos los crímenes y las maldades, que aún ahora suelen cometerse con ellos, ciertamente quedamos horrorizados y profundamente conmovidos. Pues ¿qué puede haber de más y de más cruel y de más bárbaro, que el matar los hombres a azotes, o con láminas de hierro ardientes, por causas levísimas a veces o por el mero placer de ejercitar su crueldad, o impulsados por súbita violencia conducir a la matanza de una vez cientos y miles, o devastar pueblos y aldeas para realizar matanzas de indígenas; de lo cual hemos recibido noticia que en estos pocos años han sido destruidas casi totalmente algunas tribus? Para excitar de tal manera los ánimos influye en alto grado el inmoderado deseo de lucro; pero no menos también el clima y la situación de esos lugares. Así pues, estando aquellas regiones sujetas a un clima ardiente, que penetra hasta lo más íntimo del ser, y destruye la fortaleza de los nervios, estando alejados de la Religión, de la vigilancia de los que gobiernan y casi puede decirse, de la misma sociedad, fácilmente ocurre que, si los que si hasta allí han llegado no tenían aún depravadas sus costumbres, en breve tiempo comiencen a tenerlas, y por lo tanto, quebradas las barreras del deber y del derecho, se entreguen a todas las depravaciones de los vicios. Ni tampoco se perdona por estos el sexo ni la debilidad de la edad: avergüenza realmente referir la infamia y los crímenes de aquellos en comprar y vender a las mujeres y a los niños; siendo realmente sobrepasados por ellos los peores ejemplos de salvajismo.

En realidad Nosotros, al recibir algunas veces rumores de estas cosas, pusimos en duda la certeza de hechos tan atroces, ya que parecían increíbles. Pero, habiendo llegado a la certeza por medio de testigos muy seguros, esto es, por medio de muchos de vosotros, venerables Hermanos, por los Delegados de la Sede apostólica, por los misioneros y por otras personas de entera fe, ya no Nos es lícito tener ninguna duda de la veracidad de estos hechos.

Por lo tanto, es el momento de que movidos por esta preocupación intentemos poner término a tanto mal, suplicando humildemente a Dios, quiera mostrarnos benignamente algún camino para poner remedio oportuno a esto. Él, pues, que es el Creador y el Redentor amantísimo de todos los hombres, como Nos inspirara el trabajar a favor de los indios, ciertamente Nos inspirará aquello que mejor se acomode a Nuestro propósito. Entre tanto mucho Nos consuela, el que aquellos que gobiernan esas Repúblicas, intenten en todas formas arrojar esa ignominia y mancha de sus dominios; por cuya preocupación mucho podemos alabarlos y aprobarlos. Aunque ciertamente en aquellas regiones, como están muy alejadas de las sedes del poder y muchísimas veces inaccesibles, estos intentos de la potestad civil, llenos de humanidad, ya sea por la astucia de los malhechores, que rápidamente pasan los límites, o ya por la inercia y perfidia de los administradores, a menudo tiene poco efecto, y no raramente también cae en la nada. Por lo cual, si a la labor del Gobierno se uniese la de la Iglesia, entonces ciertamente se obtendrían muchísimo mejores frutos.

Por lo tanto, antes que a nadie, apelamos a vosotros, venerables Hermanos, a fin de que aportéis cuidados y resoluciones peculiares a esta causa, que pertenece a lo más digno de vuestro pastoral oficio y cargo. Y dejando de lado las demás cosas de vuestra solicitud e industria, os exhortamos encarecidamente ante todo, que todas aquellas cosas que en vuestras diócesis están instituidas para el bien de los indios, la promováis con toda vuestra preocupación, y al mismo tiempo cuidéis de instituir aquellas otras que parezcan necesarias a la misma causa. De aquí que aconsejaréis con toda diligencia a vuestros pueblos acerca de su propio oficio de ayudar a las sagradas expediciones a los indios, que habitan primeramente ese suelo americano. Sepan por lo tanto que deben ayudar en esto principalmente con una doble acción: por la limosna y por la oración, y que esto lo hagan no sólo por la Religión, sino porque lo exige la Patria misma. Vosotros empero, en todos aquellos lugares de educación, como puede ser, en los Seminarios, en los colegios, en los internados de niñas, principalmente religiosos, haced que no cese en ningún momento ni el consejo ni la predicación de la caridad cristiana, que obliga a todos los hombres, sin distinción de nacionalidad ni de color, como hermanos, hijos de un mismo Padre; la cual debe probarse no sólo con palabras sino con hechos. Igualmente, no debe dejarse de lado ninguna ocasión de demostrar, siempre que se ofrezca, cuan indecorosos son para el nombre de cristiano estos hechos indignos, que denunciamos.

En cuanto a lo que a Nosotros respecta, teniendo no sin causa una gran esperanza del consentimiento y el favor de las potestades públicas, tomamos principalmente el cuidado para que podamos aumentar el campo de la acción apostólica, en estas inmensas latitudes, el disponer de otras puertas misionales, en las cuales los indios encuentren un refugio y un amparo para su salud. La Iglesia católica nunca fue estéril en hombres apostólicos, quienes urgidos por la caridad de Jesucristo estuvieron prontos y preparados aún para dar su propia vida por sus hermanos. Y hoy, cuando tantos odian la Fe, o la dejan, el ardor por diseminar el Evangelio entre los salvajes no sólo no ha decrecido entre los hombres de todo el clero y de las religiones, sino que crece y aún más se difunde, por virtud principalmente del Espíritu Santo, el cual protege en las cosas temporales a la Iglesia, su esposa. Por lo cual estas ayudas que, por beneficio divino, Nos han sido concedidas, juzgamos necesario usarlas tanto más copiosamente con los indios para librarlos de la esclavitud de Satanás y de los hombres perversos, cuanto más los apremia esa necesidad. Por lo demás, habiendo los predicadores del Evangelio empapado esta parte de la tierra no sólo con sus sudores sino también a veces con su misma sangre, confiamos en el futuro, que de tantos trabajos de cristiana humanidad alguna vez la alegre mies florezca en inmejorables frutos.

Además, para que todo aquello que vosotros, o por vuestra iniciativa o por consejo ejecutéis para utilidad de los indios, tenga la máxima eficacia dimanante de Nuestra apostólica autoridad, Nosotros, recordando el ejemplo de Nuestro Antecesor, condenamos y declaramos reo de inhumano crimen a cualesquiera que, como él mismo dice:

«a los predichos indios pongan en esclavitud, los vendan, los compren, los cambien o regalen, los separen de sus mujeres o de sus hijos, se apoderen de sus cosas o de sus bienes, o de cualquier manera los priven de su libertad reteniéndolos en esclavitud; también a los que para tales cosas dan su consejo, auxilio, favor y acción cualquiera sea el pretexto y cualquiera sea su color a que enseñen o aconsejen que esto es lícito o en alguna otra forma o pretendan cooperar a lo ya dicho».

Por lo tanto queremos que la potestad de absolver de estos crímenes a los penitentes en el fuero sacramental sea reservada a los Ordinarios del lugar.

Siendo conformes a Nuestra paterna voluntad también continuando lo hecho por muchos de Nuestros predecesores, entre los cuales también debe conmemorarse nominalmente a León XIII, de feliz memoria, hemos querido escribiros estas cosas a vosotros, venerables Hermanos, sobre la causa de los Indios. De vosotros empero será el luchar con todas vuestras fuerzas, para que Nuestros deseos se cumplan con todo éxito en estas cosas os habrán de favorecer ciertamente los que gobiernan las Repúblicas; no faltarán tampoco, entregándose con toda actividad al trabajo y al estudio, aquellos que pertenecen al clero, y principalmente los dedicados a las sagradas misiones, y por último están sin ninguna duda todos los buenos, que ya por sus obras, los que pueden, ya por otros oficios de caridad ayudarán a la causa, en la que se unen al mismo tiempo razones en pro de la Religión y de la dignidad humana. Porque realmente al que gobierna se agrega la gracia de Dios omnipotente bajo cuyo auspicio, Nosotros, como testimonio también de Nuestra benevolencia a vosotros, venerables Hermanos, y a vuestra grey impartimos solícitamente Nuestra bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a S. Pedro, el 7 de junio de 1912, noveno año de Nuestro Pontificado.

PÍO PP. X.

S. Pius Pp. X, Litterae Encyclicae ‘Lacrimabili statu’
[7 Iun. 1912]
AAS 004 [1912] 521-525


LITTERAE ENCYCLICAE

AD ARCHIEPISCOPOS ET EPISCOPOS AMERICAE LATINAE DE MISERA INDORUM CONDITIONE SUBLEVANDA

PIUS PP. X

VENERABILES FRATRES 
SALUTEM ET APOSTOLICAM BENEDICTIONEM

Lacrimabili statu Indorum ex inferiori America vehementer commotus, decessor Noster illustris, Benedictus XIV gravissime eorum causam egit, ut nostis, in Litteris Immensa Pastorum, die XXII mensis decembris anno MDCCXLI datis; et quia, quae ille deploravit scribendo, ea fere sunt etiam Nobis multis locis deploranda, idcirco ad earum Litterarum memoriam sollicite Nos animos vestros revocamus. Ibi enim cum alia, tum haec conqueritur Benedictus, etsi diu multumque apostolica Sedes relevandae horum afflictae fortunae studuisset, esse tamen etiamtum

«homines orthodoxae Fidei cultores, qui veluti caritatis in cordibus nostris per Spiritum Sanctum diffusae sensuum penitus obliti, miseros Indos non solum Fidei luce carentes, verum etiam sacro regenerationis lavacro abluios, aut in servitutem redigere, aut veluti mancipia aliis vendere, aut eos bonis privare, eaque inhumanitate cum iisdem agere praesumant, ut ab amplectenda Christi fide potissimum avertantur, et ad odio habendam maximopere obfirmentur».

Harum quidem indignitatum ea quae est pessima, id est servitus proprii nominis, paullatim postea, Dei miserentis munere, de medio pulsa est: ad eamque in Brasilia aliisque regionibuspublice abolendam multum contulit materna Ecclesiae instantia apud egregios viros qui eas Respublicas gubernabant. Ac libenter fatemur nisi multa et magna rerum et locorum impedimenta obstitissent, eorum consilia longe meliores exitus habitura fuisse. Tametsi igitur pro Indis aliquid est actum, tamen multo plus est quod superest. Equidem cum scelera et maleficia reputamus, quae in eos adhuc admitti solent, sane horremus animo summaque calamitosi generis miseratione afficimur. Nam quid tam crudele tamque barbarum, quam levissimas saepe ob causas nec raro ex mera libidine saeviendi, aut flagris homines laminisque ardentibus caedere; aut repentina oppressos vi, ad centenos, ad millenos, una occidione perimere; aut pagos vicosque vastare ad internecionem indigenarum: quorum quidem nonnullas tribus accepimus his paucis annis prope esse deletas? Ad animos adeo efferandos plurimum sane valet cupiditas lucri; sed non paullum quoque valet caeli natura regionumque situs. Etenim, cum subiecta ea loca sint austro aestuoso, qui, languore quodam venis immisso, nervos virtutis tamquam elidit; cumque a consuetudine Religionis, a vigilantia Reipublicae, ab ipsa propemodum civili consortione procul absint, facile fit, ut, si qui non perditis moribus illuc advenerint, brevi tamen depravari incipiant, ac deinceps, effractis officii iurisque repagulis, ad omnes immanitates vitiorum delabantur. Nec vero ab istis sexus aetatisve imbecillitati parcitur: quin imo pudet referre eorum in conquirendis mercandisque feminis et pueris flagitia atque facinora; quibus postrema ethnicae turpitudinis exempla vinci verissime dixeris.

Nos equidem aliquandiu, cum de his rebus rumores afferrentur, dubitavimus tantae atrocitati factorum adiungere fidem: adeo incredibilia videbantur. Sed postquam a locupletissimis testibus, hoc est, a plerisque vestrum, venerabiles Fratres, a Delegatis Sedis apostolicae, a missionalibus aliisque viris fide prorsus dignis certiores facti sumus, iam non licet Nobis hic de rerum veritate ullum habere dubium.

Iam dudum igitur in ea cogitatione defixi, ut, quantum est in Nobis, nitamur tantis mederi malis, prece humili ac supplici petimus a Deo, velit benignus opportunam aliquam demonstrare Nobis viam medendi. Ipse autem, qui Conditor Redemptorque amantissimus est omnium hominum, cum mentem Nobis iniecerit elaborandi pro salute Indorum, tum certo dabit quae proposito conducant. Interim vero illud Nos valde consolatur, quod qui istas Respublicas gerunt, omni ope student insignem hanc ignominiam et maculam a suis Civitatibus depellere: de quo quidem studio laudare eos et probare haud satis possumus. Quamquam in iis regionibus, ut sunt procul ab imperii sedibus remotae ac plerumque inviae, haec, plena humanitatis, conata civilium potestatum, sive ob calliditatem maleficorum qui tempori confinia transeunt, sive ob inertiam atque perfidiam administrorum, saepe parum proficiunt, non raro etiam in irritum cadunt. Quod si ad Reipublicae operam opera Ecclesiae accesserit, tum demum qui optantur fructus, multo exsistent uberiores.

Itaque vos ante alios appellamus, venerabiles Fratres, ut peculiares quasdam curas cogitationesque conferatis in hanc causam, quae vestro dignissima est pastorali officio et munere. Ac cetera permittentes sollicitudini industriaeque vestrae, hoc primum omnium vos impense hortamur, ut quaecumque in vestris dioecesibus instituta sunt Indorum bono, ea perstudiose promoveatis, itemque curetis instituenda quae ad eamdem rem utilia fore videantur. Deinde admonebitis populos vestros diligenter de proprio ipsorum sanctissimo officio adiuvandi sacras expeditiones ad indígenas, qui Americanum istud solum, primi incoluerint. Sciant igitur duplici praesertim ratione se huic rei debere prodesse: collatione stipis et suffragio precum; idque ut faciant non solum Religionem a se, sed Patriam ipsam postulare. Vos autem, ubicumque datur opera conformandis rite moribus, id est, in Seminariis, in ephebeis, in domibus puellaribus maximeque in sacris aedibus efficite, ne unquam commendatio praedicatioque cesset caritatis christianae, quae omnes homines, sine ullo nationis aut coloris discrimine, germanorum fratrum loco habet; quaeque non tam verbis, quam rebus factisque probanda est. Pariter nulla praetermitti debet, quae offeratur, occasio demonstrandi quantum nomini christiano dedecus aspergant hae rerum indignitates, quas hic denunciamus.

Ad Nos quod attinet, bonam habentes non sine causa spem de assensu et favore potestatum publicarum, eam praecipue suscepimus curam, ut, in ista tanta latitudine regionum, apostolicae actionis amplificemus campum, aliis disponendis missionalium stationibus, in quibus Indi perfugium et praesidium salutis inveniant. Ecclesia enim catholica numquam sterilis fuit hominum apostolicorum, qui, urgente Iesu Christi caritate, prompti paratique essent vel vitam ipsam pro fratribus ponere. Hodieque, cum tam multi a Fide vel abhorrent, vel deficiunt, ardort amen disseminandi apud barbaros Evangelii non modo non inter viros utriusque cleri sacrasque virgines remittitur, sed crescitetiam lateque diffunditur, virtute nimirum Spiritus Sancti, qui Ecclesiae, sponsae suae, pro temporibus subvenit. Quare his praesidiis quae, divino beneficio, Nobis praesto sunt, oportere putamus eo copiosius uti ad Indos e Satanae hominumque perversorum servitute liberandos, quo maior eos necessitas premit. Ceterum, cum istam terrarum partem praecones Evangelii suo non solum sudore, sed ipso non numquam cruore imbuerint, futurum confidimus, ut extantis laboribus aliquando christianae humanitatis laeta messis efflorescat in optimos fructus.

Iam, ut ad ea quae vos vel vestra sponte vel hortatu Nostro acturi estis in utilitatem Indorunx, quanta maxima potest, efficacitatis accessio ex apostolica Nostra auctoritate fiat, Nos, memorati Decessoris exemplo, immanis criminis damnamus declaramusque reos, qui cumque, ut idem ait,

«praedictos Indos in servitutem redigere, vendere, emere, commutare vel donare, ab uxoribus et filiis separare, rebus et bonis suis spoliare, ad alia loca dece ducere et transmittere, aut quoquo modo libertate privare, in servitute retinere; nec non praedicta agentibus consilium, auxilium, favorem etoperam quocumque praetextu et quaesito colore praestare, aut id licitum praedicare seu docere, atque alias quomodolibet praemissis cooperari audeant seu praesumant».

Itaque potestatem absolvendi ab his criminibus poenitentes in foro sacramentali Ordinariis locorum reservatam volumus.

Haec Nobis, cum paternae voluntati Nostrae obsequentibus, tum etiam vestigia persequentibus complurium e decessoribus Nostris, in quibus commemorandus quoque est nominatim Leo XIII fel. rec., visum est ad vos, venerabiles Fratres, Indorum causa, scribere. Vestrum autem erit contendere pro viribus, ut votis Nostris cumulate satisfiat. Fauturi certe hac in re vobis sunt, qui Respublicas istas administrant; non deerunt sane, operam studiumque navando, qui de clero sunt, in primisque addicti sacris missionibus; denique aderunt sine dubio omnes boni, ac sive opibus, quipossunt, sive aliis caritatis officiis causam iuvabunt, in qua rationes simul versantur Religionis et humanae dignitatis. Quod vero caput est, aderit Dei omnipotentis gratia; cuius Nos auspicem, itemque benevolentiae Nostrae testem, vobis, venerabiles Fratres, gregibusque vestris apostolicam benedictionem peramanter impertimus.

Datum Romae apud S. Petrum, die VII mensis iunii MCMXII, Pontificatus Nostri anno nono.

PIUS PP. X.

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